martes, 28 de febrero de 2012

Quien es quien: J. Charlet y G. Moser


La marca "Charlet-Moser" es bien conocida en el mundillo alpino, pero ¿qué más sabemos de ellos?.
Gerard Moser y Jerman Charlet -este último digno sucesor de una dinastía de hábiles herreros que se remonta hasta 1.880 con José Charlet- eran unos herreros de Chamonix que se especializaron en la construcción de piolets de modo artesanal.

Arriba, una foto procedente de la portada de la revista "Summit", de mediados de los 60, en la que aprecen los dos maestros artesanos. Moser, a la izda lleva en la mano un Super Conta, mientras que Charlet parece que porta un Mont-Blanc.
Abajo, Moser termina de pulir el pico de un Super Conta.
Los piolets Charlet-Moser llamaron la atención por sus originales diseños de líneas finas y elegantes, y por la ligereza y esbeltez de sus formas.
Realmente salieron de sus manos algunos de los piolets de madera más bonitos de todos los tiempos, como el "Charlet nº1", de los años 40.
Los modelos más antiguos llevaban como marca de fábrica, el bajo-relieve de la cabeza de un rebeco. Lástima que esta costumbre se perdiera en modelos posteriores. Era un bonito detalle que le daba carácter al pico...
La belleza de algunas creaciones es incuestionable, como este Super Conta 2.
O el Mont-Blanc, uno de los últimos modelos.
Tambien se fabricaron algunos francamente raros, como este con el pico aplanado, que parece derivado de un Mont-Blanc.

Charlet-Moser, una gran marca que no nos debe ocultar que detrás de ella hubo dos magníficos herreros, auténticos artesanos y creadores de diseños de piolets que perdurarán en la historia del alpinismo.

Saber más:


domingo, 26 de febrero de 2012

Piolet-Somier


El pasado noviembre, un ciudadano de nacionalidad Italiana fué rescatado por el Servicio de Rescate en Montaña de la Guardia Civil cuando estaba enriscado a 2.800m en las"Chorreras de la Mosca" del Mulhacén, una zona peligrosa por la verticalidad y el abundante hielo que suele acumular bajo la nieve.
El montañero portaba un piolet artesanal.

Arriba, impresionante imagen tomada por los miembros de rescate desde el helicóptero. Se ve a los guardias arriba y al montañero a mitad de ladera. A su dcha. se aprecia el hielo que había en la zona, asomando por debajo de la nieve.

El montañero iba en chandal, sin crampones (¡!) y con un piolet artesanal. Cuando le preguntaron por el artilugio manifestó: "Ayer era la pata de una cama".
Lo cierto es que el "instrumento" disponía hasta de dragonera, que se había fabricado con cuerda de tender...

La aventura se quedó en una hipotermia leve con signos incipientes de congelación en manos. Todo reversible, afortunadamente.

No pasan más cosas...

Fuente: Desnivel y foro de Nevasport. Agradecimientos a Santos Damian y Abelardo

viernes, 24 de febrero de 2012

Eiger 4.- El asalto definitivo... con Anderl Heckmair al frente

A la mañana siguiente, el 23 de julio, comienzan a escalar a las 7, por una fisura en un diedro en la parte más alta de La Rampa, con Heckmair en cabeza. En este tramo sufre varias caídas, pero eso no hace sino enrabietarle para terminar de superar los difíciles pasos con él de primero.

Rampa (foto actual)

Por esta zona las dos cordadas se unen en una sola, y así, los 4 juntos afrontan la Vira Delicada, una especie de faja horizontal que acaba en la Fisura Delicada. Es aquí desde donde un fotógrafo les toma una foto desde un avión que se acercó a la pared buscando a los escaladores.

Tras la Rampa continúan por la Vira Delicada con Heckmair delante escalando ya la Fisura Delicada

Tras ascender por la Fisura Delicada llegan a una nueva faja, la preciosa Travesía de los Dioses. Y por esta zona, es cuando el tiempo les empieza a empeorar, con amenazadoras nubes de tormenta y niebla que cubre la pared.

Kasparek al inicio de la Travesía de los Dioses

La Travesía de los Dioses (foto actual)

Heckmair y Vörg. Perfecta técnica francesa de “piolet ancla”

La Travesía de los Dioses termina en La Araña, un nevero vertical que forma como un embudo al que van a confluir varias torrenteras nevadas a modo de patas de araña, que canalizan los desprendimientos y aludes que vienen del gran nevero cimero. Por eso mismo es una zona especialmente peligrosa, sobre todo por la tarde, o en situaciones de tormenta.

En la Araña (recreación del documental de Thomas Ulrich)

Arriba: Heckmair progresando de cara a la pared.

Y ese era el caso. Habia tormenta de aguanieve. Y sucedió lo previsible: sobre las 16 horas un gran alud de rocas, hielo y nieve barrió durante larguísimos segundos todo el nevero de la araña. En ese momento estaban formando dos cordadas, la de Kasparek y Harrer, que iban por atrás aguantó bien el alud por estar en ese momento asegurados a clavijas de hielo, aunque Kasparek terminó herido en una mano por los golpes de las rocas y los fragmentos de hielo que caían. Heckmair demostró una vez más su valía: no estaban asegurados y sin embargo consiguió aguantar el desprendimiento asido a su piolet con una mano, mientras con la otra sostenía a Vorg por el cuello de su chaqueta. Algo ciertamente heroico porque la fuerza del alud debió de ser tremenda.

A partir de ese momento, y ya hasta el final formarían una única cordada de 4 con Heckmair en cabeza.

Al finalizar el nevero de la Araña montan el vivac, aunque las condiciones son muy precarias, tan solo disponen de una estrecha repisa en donde apenas pueden estar sentados con los pies colgando sobre el vacío.

La noche no es mala del todo, aunque sigue el mal tiempo. Nieva, pero donde están se sienten a cubierto: una pequeña repisa les protege de los continuos desprendimientos y aludes que caen sin parar.

Vivac en la Araña

Cuando llega la mañana, a pesar de que sigue nevando, deciden no esperar, temiendo que el tiempo no mejore en varios días y les deje atrapados. Aligeran las mochilas y se lanzan de nuevo a la lucha, por las “Fisuras de Salida”, encabezados, como no, por Heckmair. Se enfrentan a una chimenea helada bastante complicada por la que caen aludes con una periodicidad casi predecible, en función de la intensidad de la nevada y la sobrecarga de los neveros de cima. Aún así, pequeños desprendimientos les pillan continuamente en la canal, obligándoles entonces a pegarse a la pared agarrándose a donde pueden, mientras se cubren la cabeza con las mochilas. Hay poca visibilidad, casi no se ven unos a otros. Uno de los aludes está a punto de provocarles un serio disgusto al coger a Heckmair a contrapié y lanzarlo sobre Vörg, que le aseguraba unos metros más abajo. En el encontronazo le clava las puntas del crampón en la mano, y la sangre de Vörg riega el hielo asustando a los austríacos que venían algo más atrás.

Heckmair no se amilana:

-Wiggerl (Vörg), voy a atacar de nuevo el desplome.

-Pero no te caigas de nuevo sobre mi, te lo suplico, responde con voz apagada y una sonrisa.

Heckmair en las Fisuras de Salida

Las canales se van haciendo menos empinadas, y los desprendimientos más raros y menos violentos , pero el hielo es más fino y tienen dificultades para meter seguros fiables.
En este lugar empiezan a oir gritos, que suponen vendrán de la cima o de las aristas del oeste. Pero deciden no contestar para no confundirles con gritos que pudieran interpretar como de auxilio y fueran a iniciar un intento de rescate poniendo en peligro a más gente.

Serían sobre las 12 horas cuando, tras horas de lucha y numerosos largos, alcanzan el nevero de cima. La escasa visibilidad hace que lleguen a la arista cimera casi sin darse cuenta, debiendo refrenarse para no caer por la cara sur. Tendría su gracia…

Eran las 15:30 del 24 de julio de 1.938. Habían completado la escalada de la cara norte del Eiger.

Luego vendrían las felicitaciones conforme iban acercándose de vuelta a Grindelwald, las primeras fotos, con rostros marcados por el esfuerzo pero sonrientes. Todavía con parte del equipo encima, sin soltar aún los piolets…

Arriba: De Izda a dcha: Harrer, Kasparek, Heckmair y Vörg

Y días después, los actos públicos y las recepciones oficales… Mala suerte que justamente el presidente electo de Alemanía fuera precisamente quien era.

Es justo reconocer, y así lo manifestaron sus propios compañeros, que si a alguien hay que reconocerle el mérito de esta ascensión, no puede será otro que a Anderl Heckmair. Un portento de hombre, que con su fuerza, determinación y empuje condujo a sus compañeros hasta la gloria de la cima.
Arriba, Heckmair en Grindelwald, aseándose a la vuelta del Eiger.
Abajo, años después, con una brazada de piolets y crampones
Yo de mayor, quiero ser como él :-).

Saber mas:

Los libros:

El documental “Eiger-Nordwaand” de Thomas Ulrich y F. Senn, con una recreación de la ascensión con equipo de época.


Eiger 3.- Julio del 38, ¿será ahora?


La cara norte del Eiger, vista desde Grindelwald

La conquista del Eiger no estaba resultando nada fácil. Se estaba pagando un precio demasiado alto.

En agosto del 35 Sedelmayr y Mehringer murieron congelados en el que a partir de entonces se denominó “Vivac de la Muerte”. En Julio del 36, lo hicieron Toni Kurz, Hinterstoisser, Anderer y Rainer. En julio del 37, Gollackner. En Junio del 38 los italianos Sandri y Menti…

Demasiadas muertes condujeron a las autoridades suizas a prohibir cualquier otro intento. Aunque al poco la prohibición se levantó a los pocos meses, no se le pueden poner puertas al campo.

Cuando el 21 de julio del 38 4 jóvenes se encontraron en la base de la pared, pudieron verse claramente las diferencias de las dos cordadas distintas que pensaban ascender la cara norte. La cordada alemana de Anderl Heckmair y Ludwig “Wiggerl” Vörg estaba mucho mejor preparada, y no solo de forma física, que también. Habían conseguido algo de financiación y llevaban material moderno, especialmente los nuevos crampones de metal ligero y 12 puntas, dos de ellas delanteras, del estilo de los que comenzaba a fabricar Henry Grivel en Courmayeur. Iban a permitir afrontar con mayor seguridad las verticales palas heladas. Además, técnicamente Heckmair era con diferencia el más capacitado. Con sus 32 años era el mayor de los 4, y tenía una amplia experiencia en escalada en caras norte. Y físicamente estaba pletórico. Además, tanto él como Vörg habían explorado ya la pared del Eiger el verano anterior.


Arriba: Anderl Heckmair y Ludwig "Wiggerl" Vörg

Fritz Kasparek y Heinrich Harrer

La otra cordada la componían los austríacos Fritz Kasparek y Heinrich Harrer, el que posteriormente inspiró la película de JJ. Annaud, 7 años en el Tibet. No solo no disponían de los crampones de 12 puntas, sino que, aunque parezca mentira, tan solo llevaba crampones Kasparek. Resulta que Harrer juzgó mal, esperaba encontrar más roca que hielo y pensó que con las botas con tricounis le bastaría. El error de previsión hizo que prácticamente toda la ascensión la debió de hacer en último lugar, para aprovechar la huella y los peldaños que le iban haciendo sus compañeros.

A la izda los crampones de 10 puntas, que se llevaban hasta el 38 . A la dcha ligeros crampones Grivel de 12 puntas, con 2 puntas frontales.


Arriba: botas con tricounis, como las que llevaba Harrer.
El equipo de época: ropas de lana y algodón, pantalones bávaros, mochilas de tela, cuerdas de cáñamo, crampones de 10 puntas sin puntas frontales… El piolet llevado al estilo de los guias alpinos, con la punta hacia abajo, cruzado entre la mochila y la espalda.
Detalle de la vía Heckmaier en la pared norte del Eiger.
(hacer clic encima para verla en grande)

El mismo día 21 Kasparek y Harrer iniciaron la ascensión dejando a los dos alemanes en la base de la pared. Tras varias horas de escalada llegan a la Rote Fluh y a la Travesía Hinterstoisser, que atravesaron con facilidad gracias a unas cuerdas fijas que habían dejado unas semanas antes otros escaladores. Toman un refrigerio en un vivac acondicionado denominado “Nido de Golondrinas”, en donde dejan una cuerda de 40m por si deben volver por ahí. Una lección que aprendieron con la desgracia de Toni Kurz y sus compañeros 2 años atrás.

Kasparek (arriba) y Harrer (abajo) en la Travesía Hinterstoisser

En el “Nido de Golondrinas”. Harrer comiendo un bocadillo que le preparó su madre 2 semanas antes. Se ve la cuerda que dejan por si acaso la vuelta es por ahí...

Ya en el primer nevero Harrer empieza a sentir haberse dejado los crampones abajo y debe ponerse de segundo en la cordada. Llegan a la “Manguera de Hielo”, un corredor helado de unos 100m que les tiene ocupados varias horas y finalmente alcanzan la parte baja del Segundo Nevero, en donde localizan un lugar aceptablemente protegido de la caída de piedras para vivaquear.

La zona del pequeño primer vivac de Kasparek-Harrer. “Todo estaba colgado de ese pitón”

A la mañana siguiente, 22 de julio, se enfrentan al Segundo Nevero, y aquí a Harrer ya no le quedan dudas: ha cometido un grave error al no llevar los crampones. Fritz Kasparek se ve obligado en un exceso de pena y esfuerzo a ir tallando escalones para que Harrer pueda seguirlo. Y así, lentamente, van ascendiendo por la nieve helada en diagonal de dcha a izda.
El Segundo Nevero (foto actual)

Cuando están a punto de acabar el larguísimo Segundo Nevero, algo les deja asombrados. Detrás de ellos les van alcanzando dos escaladores, a una velocidad que creen que van corriendo. En unos segundos les alcanzan. Para su sorpresa son Heckmair y Vörg, que vienen escalando de un tirón desde la base de la pared. Como el propio Harrer escribiría: “…llevan puestos sus crampones de 12 puntas, y yo, con mis botas con alas de mosca (tricounis), me encuentro fuera de lugar…”. Los alemanes les adelantan y se ponen en cabeza. A partir de ese momento, adecuan la velocidad de ascenso y continúan la escalada los 4 más o menos juntos.

Llegan a la zona del Vivac de la Muerte de Sedelmayr y Mehringer, cruzan pequeño el 3er Nevero y continúan empezando a subir por la larga chimenea de “La Rampa”, en donde localizan un lugar para vivaquear. Para los austríacos es su segundo vivac, para Heckmair y Vorg el primero. Resulta impresionante, los alemanes han subido de un tirón desde la base de la pared hasta La Rampa, las 2/3 partes de la pared de una tacada.
Heckmair (izda) y Vörg en el vivac de la Rampa

Harrer prepara te en el vivac de la Rampa.



martes, 21 de febrero de 2012

Eiger 2.- Toni Kurz: “Ich kann nicht mehr“ (No puedo más)

Cuando el vigilante del ferrocarril sale por la boca del túnel por segunda vez, escucha por boca del joven Toni Kurz que los 4 escaladores han sufrido un accidente, y que el propio Kurz se encuentra bloqueado, colgado de la cuerda sobre el vacío de la pared. No pierde tiempo y da aviso a Grindelwald en donde se encuentra la base de los guías de montaña. El mal tiempo los tenía recluidos en el pueblo.

Un equipo de rescate formado por experimentados guías parte desde Grindelwald en el tren del Jungfrau hasta el boquete del tunel. Numerosos ojos se dirigen a la pared para intentar localizar a los desgraciados jóvenes. Cuando los guías llegan al boquete del tunel, ya está muy avanzada la tarde. Descubren la pared nevada y la roca resplandecientes de hielo. Salen fuera y van progresando hasta quedar a unos 100m debajo de donde cuelga Kurz y consiguen comunicarse con él, aunque no llegan a verlo. Les informa que Hintestoisser ha caído al vacío hasta el pié de la pared, Rainer ha sido arrastrado violentamente por la cuerda hasta llegar a un mosquetón y ha muerto aplastado y asfixiado por la presión de aguantar los cuerpos de Kurz y de Angerer. Esté último cuelga de la misma cuerda que Kurz, unos 12 metros más abajo, muerto, ahorcado por un bucle de la cuerda.
Los guías no pueden hacer más por el momento, están muy lejos de poder alcanzar a Kurz por abajo, y en esos momentos es imposible escalar para rescatarlo por arriba. Toda la pared está empapada, helada y con restos de nieve fresca. Además, por la lluvia y lo avanzado del día, no dejan de caer continuamente avalanchas de piedras y nieve. Cae la noche,
-Tienes que aguantar una noche más, le gritan.
-¡No, no nooooo!!!! exclama Kurz con desesperación.
-Volveremos mañana al alba, le dicen y vuelven impotentes al túnel. Debió de ser terrible para el equipo de rescate dejarle allí solo toda la noche,
A la mañana siguiente, temprano, los guías consiguen avanzar y llegar a tan solo 40 metros por debajo de Kurz, aunque no llegan a verle por el extraplomo. Le gritan, y él les contesta. Milagrosamente sigue vivo, pero en qué condiciones. Las ropas empapadas y medio heladas, los pies insensibles por el frio. Ha perdido el guante de la mano izda y tiene los dedos y parte de la mano congelados… Largos carámbanos de hielo cuelgan de cada una de las puntas de los crampones. Pero ¡está vivo!. Un profundo deseo de sobrevivir y la férrea voluntad de luchar lo que haga falta es lo que le ha mantenido con vida.
Toni Kurz colgando de la cuerda (Recreación en “La Llamada del Silencio”)
-¡Lánzanos un cordino y te haremos llegar material para que te descuelgues!, gritan los guías. Pero Kutz ha perdido parte de su equipo y no lleva cordinos tan largos.
Le explican que entonces tiene que bajar por la cuerda hasta llegar al cuerpo de Angerer, soltarlo dejándolo caer, y volver a subir varios metros para poder aprovechar la cuerda que vaya dejando por debajo. Luego cortará la cuerda que le cuelga y para aumentar su longitud deberá destrenzarla para luego empalmar los trozos. Por último dejará caer ese nuevo cordino hasta donde están ellos para que puedan colgar de él el material.
-Lo voy a intentar, les conteta.
Parece increíble que en las condiciones físicas en las que se encontraba pudiera siquiera plantearse semejante reto. Pero se puso a ello. De alguna manera pudo descender por la cuerda, soltar a Angerer, remontar de nuevo y ponerse a destrenzar el trozo de cuerda que había conseguido, escasamente unos 8 metros de cuerda rígida por el hielo. Todo eso ayudándose con tan solo una mano, aterida pero aún útil y los dientes. La otra mano solo era ya algo tumefacto e insensible al final de su brazo.

Le costó 5 horas toda la operación. Debió de ser un calvario deshacer el trenzado y construirse un cordino lo suficientemente largo, pero al final lo logró. Lo dejó caer y los guías sujetaron a él varios pitones, un martillo, una cuerda y un mosquetón para poder rapelarla.

Toni Kurtz estaba al límite de sus fuerzas, le resulta tremendamente complicado izar los objetos. Al final lo consigue, pero cuando deja caer la nueva cuerda, le avisan que se queda corta. Y debe repetir el penoso procedimiento de izado para poder subir otra cuerda y empalmarla con la anterior.
Toni tarda una hora más en prepararse para rapelar. Empleando el mosquetón como freno de la cuerda, comienza a deslizarse lentamente hacia abajo, metro a metro. Al cabo de un rato los guias ya pueden empezar a verle los pies, luego las piernas.... Están eufóricos, a este ritmo en pocos minutos habrá bajado hasta donde están ellos. Pero de pronto, cuando está escasamente a unos 5-6 metros de sus salvadores, se detiene. El nudo que empalma las cuerdas no consigue pasar por el mosquetón.
Se oye a Toni dar quejidos de desesperación. Tan solo podía ayudarse de la mano dcha, el brazo izdo le cuelga inerte, congelado.
Los guías le animan, no dejan de alentarle.
Se ayuda con los dientes para hacer pasar el nudo, lo intenta una y otra vez, pero es inútil, y ya no le quedan energias. Y entonces se le escucha decir “Ich kann nicht mehr”, no puedo más. Y sus fuerzas se agotan definitivamente. Se le ve inclinarse hacia adelante, su tronco bascula y queda colgando de la cintura, con los brazos y piernas colgando, definitivamente inerte.
Fué el final de la lucha en la que Toni Kurz nunca llegó a entregarse. Solo la muerte le impidió seguir peleando. En la historia del montañismo apenas existen informes sobre mayor tenacidad y sufrimiento heróico.
Arnold Glatthard, uno de los guías, una persona de natural tímida y reservada, comentó: “Fue el momento más triste de mi vida”.

Toni Kurz
Cualquiera que ame la montaña y tenga una mínima sensibilidad, no puede sino sentirse profundamente conmovido por el desenlace de la aventura de Toni Kurz y de sus compañeros.
Seguro que su lucha tardará en ser olvidada.

Saber más: Película-documental “La Llamada del Silencio”, de Joe Simpson

Película “The North Face"