jueves, 26 de agosto de 2010

Vitali Bramani

Los que hacemos montaña le debemos mucho a este señor. De hecho, puede decirse que prácticamente todos nosotros nos hemos beneficiado de los avances técnicos que introdujo.

Vitale Bramani era un alpinista italiano, guía de montaña y experto escalador, que vivió una durísima experiencia en su juventud. Corría el año 1.935, se encontraba con un grupo numeroso escalando la Punta Rasica (3.305m), en los alpes lepontinos (alpes centrales). Ya en el descenso les sorprendió un brusco cambio de tiempo y se vieron envueltos en medio de una fuerte borrasca. El equipamiento de aquella época no era el más adecuado para esas condiciones, especialmente el calzado, ya que portaban botas de escalada, con suelas de cáñamo que no eran cálidas ni impermeables. Habían preferido ese calzado al otro tipo de botas de la época, las rígidas con suela de cuero y claveteadas por sus limitaciones para escalar en roca. En esas condiciones se encontraban atrapados en el glaciar sin posibilidades técnicas de superar las paredes de nieve fresca y hielo. El resultado fue trágico: 6 montañeros murieron a consecuencias de la exposición y las congelaciones.
Arriba, la punta Rasica. Y abajo, un dibujo publicado en el magazine del CAI en 1.937, mostrando la forma de atacar los últimos 10 m de escalada al pico.
Profundamente impresionado por los acontecimientos y pensando en la forma de prevenir similares desgracias, se le ocurrió una idea genial. Se trataba de encontrar un sistema que combinara la adherencia en terreno seco con la impermeabilidad y resistencia al frio del ambiente nevado y el glaciar. La solución que se le ocurrió fue dotar a las botas de una suela del mismo material que el que se venía empleando desde hacía no mucho para las ruedas de los coches: el caucho vulcanizado.

Charles Goodyear, un estadounidense, había descubierto casualmente la vulcanización del caucho en 1.839, al calentar por accidente caucho y azufre, lo que convirtió la mezcla en un material mas duro, resistente al frio e impermeable.
En Italia, Giovanni Batista Pirelli (foto de abajo), aprovechó el nuevo material y comenzó a fabricar objetos de caucho. Los primeros neumáticos de automóvil salieron al mercado en 1.901.

Así fué como Vitali Bramani se puso en contacto con Leopoldo Pirelli, nieto de Giovanni para fabricar en 1.937 las primeras suelas de caucho para las botas de montaña.

Esta primera suela se denominó "Carrarmato", y su diseño no ha variado mucho con el paso de los años. El invento fue patentado y se le denominó suela "Vibram", acrónimo formado a partir del nombre del creador (VItali BRAMani).

A partir de 1.945 se producen a nivel industrial y llegan a tiempo para dotar la expedición italiana al K2 de 1.954, que consigue ganar la cumbre en parte gracias a la suela Vibram.
Abajo, un ejemplar del modelo de suela "carrarmato" que todavía se sigue empleando hoy día.
Desde los años 40-50, Vibram es sinónimo de calidad y seguridad en el calzado de montaña y nuestras botas muestran en la suela el característico logo amarillo de la marca.

La producción de la marca Vibram no solo se limita a las suelas de las botas. Se fabrican calzados especiales , "Five Fingers", e incluso juguetes y calzado protector para perros. Todos estos artículos lucen el conocido logo amarillo de la marca.

martes, 17 de agosto de 2010

Piolet y los rayos


Todos hemos oído hablar del riesgo de llevar encima objetos metálicos y puntiagudos en medio de una tormenta en el monte. Que si hay que desprenderse del piolet, de los bastones, etc.
Pero yo hasta ahora no había visto los efectos de un rayo sobre un piolet.

Este piolet se encontró junto a la víctima de un rayo en las inmediaciones de la cima del Gran Tetón (4.197m) , en las montañas de Wyoming el pasado julio.


La verdad es que da miedo verlo.
Espero que el montañero/a se salvara y ya esté bien.

Quiza si el mango hubiese sido de madera... ;-)


Charlet Moser Mont-Blanc


Tratándose de una fabrica ubicada en Chamonix, que nombre le puede ir mejor a su modelo estrellla que el de “Mont-Blanc”.

Los primeros modelos del Mont-Blanc datan de principios de los años 60. Y se diseñaron distintas versiones a los largo de esa década.

El Mont Blanc fue el último de su especie, el canto del cisne en lo que se refiere a la construcción de piolets con mango de madera. Reunía los detalles técnicos y estéticos más avanzados tras numerosos años de perfeccionamiento en la fabricación de piolets por parte de la prestigiosa marca Charlet-Moser.

Se trata de un piolet esbelto y ligero, tanto en apariencia como frente a la báscula: 670grs uno de 74cm de largo, doy fe. Llaman la atención las finas, estrechas y elegantes líneas del pico, aligerado aún más con una abertura en medialuna, un detalle original y muy característico de éste piolet, que luego fue imitado por algún otro de fabricación italiana y japonesa.

La pala también presenta un orificio mosquetoneable. En los primeros modelos era perfectamente circular. En éste de las fotos, del periodo intermedio ya es algo rasgado.

El regatón acaba en una punta de 8 facetas, un detalle prácticamente único en los piolets Charlet Moser, y más concretamente de los modelos Super Conta y Mont-Blanc.

El resultado estético es espectacular. Entraría el el podium de los tres piolets más bonitos de todos los tiempos. Y por otra parte se nota superligero en la mano y muy estable y equilibrado en la pegada. Vamos que es uno de mis favoritos.

La última y ya definitiva versión del Mont-Blanc tenía un par de detalles técnicos adicionales: la escotadura de la cruz es muy cerrada, perfectamente semicircular, para que pase una cuerda de unos 9-10mm con menos riesgo de que se salga. Y lo más llamativo: el pico, algo más corto, esta profundamente dentado tanto en la parte inferior como en la superior.


100 mujeres en una cima


¿Pero....es posible que alguna vez se hayan juntado 100 mujeres en una cumbre?

Pues si, fué el 20 de junio del 60, en la cima de la punta Gnifetti del Monte Rosa (4.554m). Bueno, en realidad fueron 113 las mujeres que lograron la cima ese día, de las 119 italianas, suizas y austríacas que habian partido de la localidad de Gressoney la Trinité, en el italiano valle de Aosta.

Abajo, una foto histórica: una de las mumerosas cordadas femeninas que se dirigían al Monte Rosa. Se les ve llegando al collado de Lys, con el Lyskamm (4.523m) detrás

La punta Gnifetti es la de más a la dcha en la foto de abajo. Nótese el refugio situado en la misma cumbre. La flecha roja señala una de las 3 cordadas que a duras penas pueden verse, dando idea de la inmensidad de esta montaña y de los sobrecogedores seracs que hay justo por encima de la vía de ascensión (hacer clic en la foto para verla grande)
En la misma cima de la punta Gnifetti, colgado sobre un precipicio de más de 1.000m, por encima de las nubes, se encuentra la cabaña-refugio Regina Margherita. El más alto de Europa.

La hazaña de estas mujeres tuvo repercusión mundial, apareciendo en la prensa de todos los diarios de entonces. Aquí la crónica del "Mundo Deportivo".

¿Como es posible, a que se debe semejante epopeya, en una montaña nada fácil y en aquella época…?

Se trataba de la iniciativa “Cien mujeres en el Monte Rosa”, que surgió como homenaje y recuerdo del reciente fallecimiento en 1.959 de una excepcional montañera: Claude Kogan y de su compañera Claudine van der Straten Ponthoz, en las laderas del Cho Oyu, en el Himalaya Nepalí.
Claude Kogan

Claudine van der Straten

Esta historia merece ser contada

Claude Kogan (Claude Trouillet de soltera) nace en Paris en 1919. Trabajó como diseñadora de moda y posteriormente y en compañía de su marido George Kogan, comenzó a desarrollar actividad alpinística en Alpes y en la Cordillera Real de los Andes. El fallecimiento de su marido no terminó con su pasión por la montaña, y continuó escalando en el Caúcaso, Goenlandia y finalmente en el Himalaya, en donde ascendió varios sitemiles: el Nun Kun y el Ganesh I.

En 1.954 participó integrada en una expedición suiza en un intento al Cho Oyu. Debieron dar la vuelta a 450m. de la cima por mal tiempo. En 1957 lidera el proyecto de formar una expedición femenina que ponga por primera vez a una montañera en la cima de un ochomil, el Cho Oyu, de 8.153m. en la frontera de Tibet y Nepal, junto al valle del Khumbu.

Es un hecho, y en el verano de 1.959 parten desde París hacia el Himalaya. La expedición está integramente formada por mujeres. Son 12 en total, de 5 nacionalidades: las británicas Margaret Darwall, la condesa Dorothea Gravina, y Elleen Healey, la suiza Loulou Boulaz, la belga Claudine van der Straten Ponthoz, las francesas: Colette Lebret, Micheline Rambaud, Jeanne Franco y Claude Kogan…. y finalmente las sherpas nepalies Pem Pem, Nima y Douma, que son dos hijas y una sobrina del famoso sherpa Tensing Norgay.

Los miembros de la expedición femenina al Cho-Oyu de 1.959. Se reconoce a Claude Kogan y a Claudeine van der Straten sentadas en el centro de la primera fila

Claude Kogan con la condesa Dotothea Gravina y Tensing Norgay

Eileenn Healey y la condesa Gravina en las laderas del Cho Oyu

Ascendiendo hacia el campo II

Tras semanas de luchar con la montaña, las dos más fuertes: Claude Kogan y Claudine van der Straten se encuentran con el sherpa Ang Norbu en el campo IV, planificando el ataque final a la cumbre. El mal tiempo las bloquea. Finalmente el 2 de octubre de 1.959 una avalancha acaba con la vida de los tres.

Se trata de las primeras mujeres que fallecen en el Himalaya.

Claude tenía 40 años, fué una mujer libre que no aceptó el destino tradicional y dependiente de las mujeres de la época. Murió con su compañera y amiga, allí donde ellas querían estar.

La expedición de 1.960 “Cien mujeres en el Monte Rosa” nos ha ayudado a recordar a estas audaces mujeres. Sirva este post como homenaje y reconocimiento a su esfuerzo pionero y libre.


En la primavera de 2.008 tuve el privilegio de acompañar a dos mujeres más: Alma y Eva hasta la cima de la punta Gnifetti del Monte Rosa. En lo más alto se encuentra el refugio, sujeto por tensores de acero para que el viento no se lo lleve.

Entonces no teníamos conocimiento de esta historia. De haberlo sabido seguro que hubiiéramos tenido un pensamiento para esas mujeres del Cho Oyu de 1.959, y para las 113 que al año siguiente ascendieron hasta aquí para que no las olvidásemos.