La hazaña de estas mujeres tuvo repercusión mundial, apareciendo en la prensa de todos los diarios de entonces. Aquí la crónica del "Mundo Deportivo".
Esta historia merece ser contada
En 1.954 participó integrada en una expedición suiza en un intento al Cho Oyu. Debieron dar la vuelta a 450m. de la cima por mal tiempo. En 1957 lidera el proyecto de formar una expedición femenina que ponga por primera vez a una montañera en la cima de un ochomil, el Cho Oyu, de 8.153m. en la frontera de Tibet y Nepal, junto al valle del Khumbu.
Es un hecho, y en el verano de 1.959 parten desde París hacia el Himalaya. La expedición está integramente formada por mujeres. Son 12 en total, de 5 nacionalidades: las británicas Margaret Darwall, la condesa Dorothea Gravina, y Elleen Healey, la suiza Loulou Boulaz, la belga Claudine van der Straten Ponthoz, las francesas: Colette Lebret, Micheline Rambaud, Jeanne Franco y Claude Kogan…. y finalmente las sherpas nepalies Pem Pem, Nima y Douma, que son dos hijas y una sobrina del famoso sherpa Tensing Norgay.
Eileenn Healey y la condesa Gravina en las laderas del Cho Oyu
Ascendiendo hacia el campo II
Tras semanas de luchar con la montaña, las dos más fuertes: Claude Kogan y Claudine van der Straten se encuentran con el sherpa Ang Norbu en el campo IV, planificando el ataque final a la cumbre. El mal tiempo las bloquea. Finalmente el 2 de octubre de 1.959 una avalancha acaba con la vida de los tres.
Se trata de las primeras mujeres que fallecen en el Himalaya.
Claude tenía 40 años, fué una mujer libre que no aceptó el destino tradicional y dependiente de las mujeres de la época. Murió con su compañera y amiga, allí donde ellas querían estar.
La expedición de 1.960 “Cien mujeres en el Monte Rosa” nos ha ayudado a recordar a estas audaces mujeres. Sirva este post como homenaje y reconocimiento a su esfuerzo pionero y libre.
En la primavera de 2.008 tuve el privilegio de acompañar a dos mujeres más: Alma y Eva hasta la cima de la punta Gnifetti del Monte Rosa. En lo más alto se encuentra el refugio, sujeto por tensores de acero para que el viento no se lo lleve.
Entonces no teníamos conocimiento de esta historia. De haberlo sabido seguro que hubiiéramos tenido un pensamiento para esas mujeres del Cho Oyu de 1.959, y para las 113 que al año siguiente ascendieron hasta aquí para que no las olvidásemos.
1 comentario:
Hermosa historia, Teo. Parece mentira el arrojo y el compañerismo que debían tener para embarcarse en esas aventuras, más con los medios que entonces había. Por supuesto, el homenaje dado por el centenar de mujeres que subieron al año siguiente al Monte Rosa es también loable, sin duda.
Un saludo.
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